¿Construimos puentes o muros?
Los invitamos a
reflexionar con la historia de dos hermanos. Hacía muchos años que ellos vivían
en granjas vecinas, en total armonía. Pero un día tuvieron un conflicto que fue
creciendo hasta que explotó en un intercambio de palabras duras, y en semanas de
silencio. Una mañana, alguien llegó a la casa de uno de los hermanos. Al abrir
la puerta, se encontró con un hombre cargando herramientas de carpintero que le
dijo:
__Estoy buscando trabajo
por unos días, quizás usted necesite algunas reparaciones.
__Sí__ dijo muy seguro el
mayor de los hermanos__ tengo un trabajo para usted. Al otro lado del arroyo,
en aquella granja vive mi vecino. Bueno … en realidad es mi hermano menos. La
semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros, pero él desvió el cauce
del arroyo para que nos separara. Sé que hizo esto para enfurecerme ¡pero yo
le voy a hacer una mejor! Quiero que
construya una cerca de dos metros de alto, para no verlo nunca más.
__Comprendo la situación__
dijo el carpintero.
Cuando el hombre regresó
entrada la tarde, el carpintero ya había terminado su trabajo. El granjero no
podía creer lo que estaba viendo… El carpintero no había construido una cerca
sino un puente sobre el arroyo que unía a las dos granjas.
En ese momento vino su
hermano menor, muy emocionado por lo que veía, y abrazando a su hermano mayor
le dijo:
__Realmente, eres un gran
hombre por haber construido este puente después de lo que he hecho y dicho.
Mientras los hermanos se reconciliaban, el carpintero tomaba sus herramientas.
__Quédese; tengo mucho
trabajo para encargarle__ le dijo el hermano mayor.
__Me gustaría, pero tengo
muchos puentes por construir__ dijo el
carpintero.
Muchas veces, dejamos que
los enojos nos alejen de las personas que queremos, y permitimos que el orgullo
se anteponga como una muralla a los sentimientos genuinos. No permitas que eso
pase en tu vida.
Es momento de vivir en
armonía, de unir, de derribar cercos y de fabricar más puentes. Con el perdón
lograrás amar en plenitud y sanar internamente. La falta de perdón es como un
veneno que tomamos a diario, de a pocas gotas, pero que nos termina matando.
Muchas veces pensamos que
el perdón es un regalo para el otro, sin darnos cuenta de que los beneficiados
somos nosotros.
El perdón alivia y permite
seguir adelante. Por eso, hay que perdonar y perdonarse. Si yo no sé manejar el
perdón en mi propia vida, mucho menos podré perdonar a los demás.
Perdonarte es darte cuenta
de que lo que hiciste fue por ignorancia, no fue intencional. Simplemente nadie
te explicó que había otro modo. La madre Teresa de Calcuta decía: “El perdón es
una decisión, porque cuando perdonamos, el amor sale de nosotros hacia el otro
y no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdonando tendrás paz en
tu alma y la tendrá el que te ofendió”.
Ahora, para que no haya
una contradicción, no puedo seguir repitiendo los hechos ignorantes del pasado.
Todo lo que hice ya está perdonado, pero no lo puedo repetir. El hombre vive
repitiendo. Se quema y dice: “Vamos de nuevo” y se quema otra vez. Hay que
salir de ese hábito. Cuando te perdonás, no volvés a meter la misma pata otra
vez. Luego, llega el momento de darte cuenta de que vos sos igual al otro.
“Perdonar es liberar a un prisionero y darte cuenta de que ese prisionero eras
tú”, decía Buda. Todo es uno. Todo es amor. Todo es Dios.
(No sabemos
quien lo escribió, … pero es interesante..!)
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